Durante mucho tiempo viví preguntándome:
¿Por qué me duele tanto el cuerpo?
Era un dolor constante, invisible, inexplicable.
Dolores musculares, dolores de cabeza, cuello, espalda, manos, pies…
Había días en los que literalmente todo mi cuerpo dolía.
Google no me dio respuestas. Solo miedo.
En un punto llegué a pensar que algo muy grave me estaba pasando.
Cada vez que sentía un nuevo dolor, lo buscaba en internet… y las respuestas eran catastróficas.
Me volví paranoica. Comencé a vivir con miedo.
Miedo a tener una enfermedad grave.
Miedo a no tener salida.
Miedo a lo que mi cuerpo intentaba decirme… pero que yo no sabía cómo escuchar.
Los síntomas comenzaron durante y después de la pandemia
Vivía una época de muchísimo estrés.
Cargas laborales, conflictos emocionales, situaciones familiares no resueltas.
Y yo no hablaba. No lloraba. No soltaba.
Simplemente me lo guardaba todo… y mi cuerpo lo acumulaba.
2019, 2020 y parte del 2021 fueron años muy duros para mí. Y mi cuerpo lo sabía antes que yo.
Era como si él llevara todo lo que yo no podía mirar.
Entré al mundo del árbol genealógico, pero algo faltaba
Mi proceso de sanación había comenzado con temas de pareja, maternidad, relaciones.
Pero jamás me había cuestionado que también tenía que sanar la relación con mi cuerpo.
Fue entonces cuando comencé a estudiar el impacto de los conflictos no resueltos en la salud.
Me metí de lleno a explorar mi árbol genealógico desde una nueva mirada…
Y ahí apareció algo que me cambió la vida:
la biodescodificación emocional.
Mi primer encuentro fue con un diccionario emocional
Recuerdo que lo primero que consulté fue un diccionario de biodescodificación.
Ponía “dolor de cabeza” y decía: conflicto con mamá, exceso de control, exigencia mental.
Ponía “dolor de espalda” y leía: cargar con lo que no te corresponde, sobrecarga emocional.
Era tan exacto, tan preciso, tan revelador…
Que sentí como si alguien me estuviera leyendo el alma.
Era como si mi cuerpo tuviera voz, y por fin alguien la tradujera.
Pero entender no era suficiente. Quería sanar.
Saber de dónde venía el dolor fue el primer paso.
Pero no bastaba con tomar conciencia.
Yo necesitaba un camino para liberar esas emociones, cambiar mis patrones, dejar de castigarme.
Y ahí fue cuando decidí estudiar biodescodificación emocional de forma profunda.
No solo para saber lo que me pasaba…
Sino para sanar mi cuerpo. Para liberarlo. Para reconciliarme con él.
La verdad más dolorosa que descubrí
En mi infancia viví situaciones de maltrato físico.
Y, sin darme cuenta, con mis dolores estaba repitiendo esos castigos.
Cuando me sentía “mala madre”, “mala pareja”, “mala persona”,
mi cuerpo comenzaba a doler.
Era como si cada dolor viniera a recordarme que no era suficiente.
Me autocastigaba… como lo habían hecho otros antes conmigo.
Y ese fue el patrón más duro de ver… pero el más necesario para sanar.
Cuando solté la culpa, solté el dolor
Comprendí que no necesitaba sufrir para mejorar.
Que no tenía que castigarme más con el cuerpo para sentir que estaba haciendo lo correcto.
Y poco a poco, con conciencia, herramientas y acompañamiento…
el dolor desapareció.
No fue mágico ni inmediato. Pero fue real. Y fue liberador.
Hoy comparto esta experiencia contigo por si estás pasando por lo mismo
Si tu cuerpo te duele sin razón aparente.
Si los médicos te dicen que “todo está bien”, pero tú sientes que algo no está bien…
Si ya no sabes a quién acudir o cómo explicarlo…
Tal vez tu cuerpo solo necesita que lo escuches de verdad.